Estoy en la azotea, el cielo se viste de un negro majestuoso y las estrellas junto con la luna inmensa iluminan las hojas superiores de los árboles cercanos, el viento meciéndolas y los colores plateados con verde parecen darme sensación de anestesia.
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¿He dicho que la luna me hipnotiza? Pues sí, lo hace. Me atrapa y puedo pasar largos momentos observándola, suspirando... No sé qué pienso con exactitud, se me agolpan tantas ideas e imágenes al mismo tiempo, pero sé que no son en vano, están allí para mi y me prueban, me sacuden y me traen nuevamente a lo que parece ser la vida; en ese momento, una efímera vida.
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El nido de palabras recuerdos miradas colores sensaciones personas y demás, se mezclan y no les encuentro intersección aparente. A veces siento mi piel erizada por algo que parece ser un ligero temor a lo que aún desconozco y no me defino... Luego se me endulza la sangre cuando me siento seducida, contradiciendo lo indefinido, abrazando el amor a mi garganta que quiere gritar y mis manos que quieren tocar, a estas ansias de gastarme la vida en un suspiro, en lo que sea, pero que valga mis cómicas o trágicas o bienaventureras hazañas.
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Me quedo con un aire de añoranza, los poros fríos me adormecen aún más la piel, todo es tan tranquilo aquí afuera y por dentro hay tanto ruido, ¿Cómo controlarlo?
Me quedo con un aire de añoranza, los poros fríos me adormecen aún más la piel, todo es tan tranquilo aquí afuera y por dentro hay tanto ruido, ¿Cómo controlarlo?
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No lo sé. Quizás..
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Si dejo de cuestionármelo...
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Nada más puede hacerme sentir tan perturbada.
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